4/5/12

El BCE toma Barcelona

¿Qué hace el BCE por el sur de Europa? ¿Para qué se ha tomado Barcelona con 8.000 policías, incluso con francotiradores en azoteas?
El gobierno CiU de la Generalitat de Catalunya ha trocado por unos días su soberanismo por la ocupación de calles y edificios de Barcelona por parte de los Mossos d'Esquadra, con el refuerzo de Policía Nacional y de la Guardia Civil. Ante el temor del poder a la población civil sí vale escudarse en el Estado español y en sus cuerpos represivos. La próxima vez pueden incorporar también al Ejército.
El terror urbano de los encapuchados de FPuig, se ha complementado con el ruido desagradable y contaminante de los helicópteros, junto a los controles callejeros para cazar a jóvenes despistados y endilgarles alguna causa con la que justificar el derroche económico, y el ridículo extremo. La única convocatoria de movilizaciones era la de la manifestación de la enseñanza. Esta se mantuvo y discurrió ejemplar y pacífica a pesar de la ostensible provocación de los enmascarados y la parafernalia de centenares de agentes antidisturbios con estética barriobajera.
Los sicarios de los capos financieros no deben haber podido evitar de suspirar por las elecciones francesas y griegas. En las dos se prepara un vuelco y un varapalo a los gobiernos ejecutores fieles de la austeridad alemana, con la protección de los recursos de los bancos alemanes y también franceses, la incapacidad manifiesta en frenar o resolver la crisis, con el agravante de imponer medidas fiscales y de intervención que empeoran la situación. El festín financiero de unos poquísimos privilegiados sobrevuela la ciénaga de la destrucción neta de puestos de trabajo, con la creación de miseria y millones de gente en el paro.
Recesión, indignación, represión e involución de las libertades individuales y colectivas de la ciudadanía. En un Estado que sufre su segunda recesión en menos de tres años, supera los cinco millones y medio de parados (el 24% de la población activa) y ha aprobado recortes sociales sin precedentes en democracia. Todo un símbolo para el Catón financiero que representa el Banco Central Europeo.
Enseñanza en Barcelona.
No ha habido rebajas de tipos de interés, ni liquidez a la banca, ni cambio en la política de bonos y sobre la deuda soberana, tampoco giro a la inversión pública. Compas de espera de lo que pase este domingo en Francia. Mario Draghi, presidente del BCE, llamó a perseverar con las reformas y sobre todo culminar la financiera, en línea con el Fondo Monetario Internacional. La bolsa española no sacó pecho, terminó la jornada con sólo un 0,29 %. La prima de riesgo, el sobrecoste que paga la deuda pública española a 10 años respecto a la fiable alemana, se mantuvo por encima de los 400 puntos básicos. Quizás una leve señal de que el eje franco-alemán está en horas bajas y va a necesitar un cambio de política sea que Draghi defendió, la semana pasada en Bruselas, la necesidad de un pacto europeo para el crecimiento económico, y en Barcelona ha trazado unas líneas básicas: más competencia la economía productiva, una reforma laboral que fomente la flexibilidad y la movilidad, disciplina presupuestaria y la participación del Banco Europeo de Inversiones (BEI).
Mientras la banca española está cargada de activos tóxicos procedentes del ladrillo, con cifra extraordinarias: 184.000 millones de activos potencialmente problemáticos. A los bancos y a sus dirigentes no se les aplica la reforma laboral, pues se les unta en otros tantos millones de euros.
El valido económico ministro Luis de Guindos ya tiene la receta en marcha para otro rescate encubierto, medida que el presidente del PP y del gobierno, Rajoy, negaba hace poco, como vocero del jefe de jefes financieros, Botín: los bancos podrán ir creando sociedades de liquidación a las que traspasar los activos inmobiliarios que ya tengan provisionados para liberar sus balances. Los denominados bancos malos.
El BCE tiene que pasar a ser elegido y supervisado por una instancia democrática representativa y elegida europea. Los Estados han de dejar de proteger los intereses de los bancos y de depender de sus decisiones y operaciones financieras, para orientarse a una banca pública supeditada a instituciones democráticas, con la función de sostener las necesidades de inversión pública y de la población.

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